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¿Cuánto importa tu estilo de crianza en la educación de tu adolescente?
No es fácil acompañar adolescentes. Demasiado a menudo nos dan a entender que no nos necesitan, y en muchas ocasiones terminamos creyéndonoslo. Los vemos “pasar” de nuestros consejos, protestar por nuestra forma de ver el mundo, equivocarse (y rectificar) sin nuestra ayuda, desarrollar una personalidad que en nada se parece a la nuestra… ¿De verdad podemos influir todavía en ellos? ¿Cuánto importa tu estilo de crianza en la educación de tu adolescente?
Sí, podemos. Porque todo ese alejarse de nosotros, con ser muy importante (es necesario que se vayan “despegando”, que descubran quiénes son, como personas y en sociedad), no significa que no sigamos siendo su fuente principal de orientación. Su brújula, como quien dice.
Y es que en el desarrollo de la personalidad, tanto en la infancia como en la adolescencia, influye la genética, pero también la manera en la que los acompañamos. Más de lo que crees. Porque ese adolescente gruñón que apenas quiere hablar contigo te ve, y te ve mirarle, y cómo se ve a sí mismo depende mucho, muchísimo, de cómo siente que le ves tú.
La manera de relacionarse con los hijos, las estrategias usadas para educar, han sido resumidas en los llamados “estilos de crianza”. No solo eso: se han estudiado los diferentes estilos y todo apunta a que tanto en la infancia como en la adolescencia hay uno que es mucho más beneficioso para los hijos que los demás.
¿Qué son los estilos de crianza?
El entorno es, como decíamos, fundamental en el desarrollo de la personalidad. Durante la infancia y la adolescencia, en este entorno es sumamente importante el espacio de la familia. Y aunque, obviamente, no hay dos personas iguales, y tampoco dos relaciones padre-hijo que se parezcan, ya hace tiempo que se estudian algunas variables en la crianza y que se han establecido patrones. Estos patrones se conocen como “estilos de crianza”, y son, esencialmente, el resumen de cómo nos relacionamos con ellos: cómo los tratamos y cómo les transmitimos nuestros valores y expectativas.
La persona que acuñó el término en los años 60, la psicóloga estadounidense Diana Baumbrind, hablaba de tres estilos parentales: autoritarios, permisivos y democráticos, en los que se combinaban dos variables, afectividad y control. Unos años más tarde, Maccoby y Martin añadían uno más, el negligente, configurando un esquema que todavía se considera válido:
1. Padres autoritarios
Los padres autoritarios muestran alto control y escasa afectividad. Se caracterizan por tener unas expectativas muy elevadas sobre los hijos y por dar una gran importancia a las normas y a la obediencia, que tratan de conseguir con control psicológico, con estrategias como la inducción de culpa o la retirada de afecto para conseguir de los hijos el comportamiento que desean.
La falta de acompañamiento emocional y la rigidez hacen que escaseen los espacios para el diálogo, por lo que cuesta que se creen lazos de confianza entre padres e hijos.
2. Padres democráticos
Los democráticos son padres y madres con un alto control, y muy afectuosos. Como los autoritarios, tienen expectativas elevadas sobre los hijos y dan importancia a las normas, pero las establecen a través del razonamiento, de modo afectivo.
Estos padres propician el diálogo con sus hijos, de modo que son más flexibles que los anteriores, aceptan y animan las opiniones diferentes y suponen un importante apoyo emocional para ellos.
Si tienes claro que este es tu estilo, pero no sabes cómo llegar a él, descarga nuestra guía gratuita «Como soltar los patrones heredados de tus padres y empezar a educar desde la conexión con tus hijos», donde te explico todo lo que necesitas para equilibrar tu educación con las necesidades de tu adolescente, sin peleas, sin enfados, con más conexión y alegría.
3. Padres permisivos
Los padres permisivos son afectuosos, pero establecen un control mucho menor que los dos anteriores, por lo que las normas, con ellos, o no existen o son extremadamente flexibles.
Son padres poco exigentes, que tienden a ceder ante los conflictos con los hijos.
4. Padres negligentes
Los padres negligentes no se involucran en la crianza y educación de los niños. No imponen normas ni límites y se muestran distantes con los hijos pudiendo llegar incluso a ignorarles u olvidar sus necesidades básicas. También pueden, a veces, ejercer un control excesivo sobre ellos.
Por qué el estilo parental democrático es el mejor para tu adolescente
Como decíamos antes, desde que por primera vez lo afirmó Diana Baumrind, muchas investigaciones han dejado claro que el estilo democrático es el mejor para los niños, y también para los adolescentes.
Los adolescentes con padres democráticos presentan:
Niveles más altos de autoestima y de desarrollo moral
La autoestima, en la adolescencia, es todavía muy dependiente de la estima percibida por el entorno, y particularmente por los padres. Por este motivo, los hijos a quienes los padres escuchan, suelen tener una autoestima mejor. Las expectativas elevadas, pero no desajustadas, favorecen, por su parte, un desarrollo moral equilibrado.
Mejor rendimiento académico
La autoestima y el rendimiento académico van de la mano, y se retroalimentan. Los adolescentes que han sentido que la escuela era importante, pero no una cuestión vital, suelen tener la tensión suficiente que les garantiza un buen rendimiento académico sin sentir la presión excesiva de quienes sufren expectativas demasiado elevadas.
Menor conformismo ante la presión negativa del grupo de iguales
La resistencia a las presiones de los iguales se relaciona con una mayor autoestima; por este motivo, los hijos de padres democráticos son más capaces que otros de “plantarse” ante determinadas conductas, pues no necesitan tanto la aprobación de los otros.
Menos problemas de conducta
Los adolescentes de padres democráticos presentan un comportamiento general más ajustado, pues las expectativas que sienten sobre ellos son suficientemente exigentes, pero no inalcanzables; son, además, flexibles, lo que suele conseguir que las hagan suyas.
Mayor autonomía
Entre las características señaladas por Baumrind varias apuntaban más a la promoción de la autonomía que al control parental. Los niños a quienes se ha dejado enfrentarse a riesgos controlados van asumiendo, llegada la adolescencia, responsabilidades de forma natural.
Una comunicación más fluida con los padres
Los adolescentes con padres democráticos sienten que estos se interesan por ellos; por este motivo les informan de forma espontánea de su vida: actividades fuera de casa, amistades, parejas… Esta revelación puede ser considerada, incluso, como una estrategia sutil de control parental que previene algunos comportamientos de riesgo.
Una mayor satisfacción vital
Todo lo anteriormente dicho termina provocando una mayor satisfacción vital en los adolescentes que viven una educación democrática.
¿Cómo conseguir llegar a un estilo democrático?
La mayoría de los padres y madres de adolescentes de hoy han sido educados en un estilo de crianza autoritario. La presión por un cierto tipo de éxito social deseado en los hijos, el miedo a caer en la permisividad por demostrarles más afecto o, simplemente, los patrones educativos heredados hacen que sea difícil conseguir un cambio educativo.
Sin embargo, es posible. Aquí hay algunas pistas para hacerlo:
1. Conoce el estadio de desarrollo de tu adolescente
Formarse como padres es la mejor manera de llegar a ser los padres que deseamos. La adolescencia no es solo una etapa “incómoda”, encierra necesidades y maravillas que te conviene conocer para ajustar tu acción educativa al máximo.
2. Demuéstrale tu afecto
Aléjate de quienes desconfían del amor paterno. Mostrar amor no significa estar siempre sonriendo o aguantar actitudes intolerables, y tampoco es incompatible con ser firme en las normas y límites; al contrario, favorece que los hijos las comprendan y las integren mejor.
3. Ajusta tus expectativas
Si conoces bien la adolescencia y conoces bien a tu hijo o hija serás más capaz de esperar lo que puede darte, y no aquello que “debe” hacer en cada momento. Esto favorecerá que las expectativas sean realizables y, por tanto, una fuente de motivación para tu adolescente.
4. Sé exquisito en la imposición de límites y normas
Recuerda: límites, cuantos menos, mejor y normas, consensuadas siempre que sea posible. Es fundamental aprender a poner normas y límites en la adolescencia, pues cuando las hay en exceso, los adolescentes tienden a no respetarlas y cuando no hay suficientes, aunque no lo digan, se sienten perdidos.
5. No controles: confía
Cuando tu adolescente siente que confías en él, y siempre que le plantees un reto suficiente y ajustado a su edad y nivel de desarrollo, se convierte en una persona de confianza. Y es que la confianza es la mejor semilla para el desarrollo de la responsabilidad.
6. No dramatices: usa el humor
El humor puede caracterizar las relaciones entre padres e hijos, ya que una actitud parental relajada, alegre y optimista puede crear una clima familiar más favorable que haga más eficaces los intentos socializadores de los padres y promueva el bienestar de niños y adolescentes.
Y recuerda, los días 29 de abril, 1 y 3 y 6 de mayo de 2024, a las 20:00 hora de Madrid, estaremos con una nueva edición de los talleres “Gestión de batallas con adolescentes”, donde te contaremos cómo darle la vuelta a la relación con tu adolescente.
¡Te esperamos!
Me apunto a los talleres “Gestión de batallas con adolescentes”
1 comentario. Dejar nuevo
Hola Diana,me interesa porque ahora estamos en ese momento con mi hijo de 16años