Tal vez tras una discusión con tu hijo, una puerta cerrada con rabia o un “me dejas en paz” que se te queda retumbando en el pecho te has preguntado si eres, o no, una buena madre.
No estás sola. No eres la única. Esa pregunta, ¿soy una “buena madre”?, aparece más a menudo de lo que crees, especialmente durante la adolescencia.
Porque maternar es trabajar con personas, y las personas piensan, se emocionan, cambian, están sujetas a sus circunstancias. Todas ellas: tu hijo adolescente, tu hija pequeña y, por supuesto, tú misma.
Por eso es importante, lo primero, decirse que la pregunta es normal y, a continuación, reflexionar acerca de cómo mejorar desde la maternidad consciente, cómo identificar que vas por buen camino y, sobre todo, cómo soltar la culpa y cuidarte sin caer en el perfeccionismo.

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¿Por qué siento que no soy una buena madre?
A veces, lo que duele no es lo que pasa, sino lo que interpretas. Antes de juzgarte, es importante que comprendas de dónde nace esta sensación.
Si tienes claro que quieres ser una buena madre y no conoces bien el camino, en Adolescencia positiva tenemos algo para ti: el Círculo de la Armonía Familiar.
El Círculo es un programa pensado para madres y padres que, como tú, quieren dejar atrás la culpa, comprender mejor a sus adolescentes y construir relaciones sólidas y conscientes. En él trabajamos con herramientas concretas y un acompañamiento cercano para que puedas crecer como madre sin dejarte atrás.
Estas son las cinco razones habituales que alimentan la duda de ser una buena madre:
Te comparas constantemente.
Las redes sociales y otros modelos de crianza te muestran solo lo bonito. Ver a otras madres «perfectas» te hace pensar que tú estás fallando, aunque solo estés viendo una parte de la historia.
Idealizas la maternidad.
Crecer con la idea de que una “buena madre” es siempre paciente y está disponible y feliz para sus hijos genera frustración. La maternidad, la de verdad, incluye cansancio, dudas y días difíciles.
Te sientes mal cuando reaccionas de forma impulsiva.
Quizá recibiste una educación autoritaria y cuando gritas o te enfadas con tu hija, sientes que estás rompiendo todo el vínculo. Pero una reacción puntual no define todo lo que eres como madre.
Nadie reconoce tu esfuerzo.
Das mucho cada día, pero a menudo nadie lo ve. Esa falta de validación te hace sentir invisible e insuficiente.
Careces de apoyo emocional.
Sin red, sin tiempo para ti, sin espacio para respirar, es más fácil caer en la crítica interna.
Si te reconoces en alguna de estas situaciones, no es una señal de que estés fracasando. Es una señal de que necesitas mirarte con más compasión.
No me siento buena madre: ¿Es normal esta duda?
Hay una respuesta rápida a esta pregunta: sí.
Dudar sobre si estás siendo, o no, buena madre es completamente normal. Especialmente cuando educas desde el respeto, porque estás cuestionándote lo aprendido y buscando nuevas formas de acompañar a tu adolescente.
Muchas madres conscientes dudan más precisamente porque se hacen preguntas, y eso es parte del crecimiento. Hay muchas razones para ello:
En primer lugar, la maternidad respetuosa no es automática. Cuestionar modelos autoritarios y buscar un vínculo horizontal con tu hijo implica ensayo y error. Las dudas no significan que lo hagas mal, sino que estás aprendiendo.
En segundo lugar, la adolescencia cambia el vínculo. Tu adolescente ya no necesita el mismo tipo de presencia que antes, y eso puede hacerte sentir desplazada o confundida. No es falta de amor, es evolución: la crianza en la adolescencia es muy diferente de la crianza en la infancia, y a veces el cambio nos pilla desprevenidas.
Y por último, la duda también puede ser una señal de que estás muy implicada emocionalmente. La maternidad consciente te conecta con tu historia personal, tus heridas y tus límites. Eso remueve.
Así que sí, es normal. No eres una madre rota, eres una madre despierta.
Cómo ser mejor madre desde la maternidad consciente
Si estás dudando, si estás leyendo este artículo, ya has dado un paso importante. Pero ¿cómo se concreta la maternidad consciente en el día a día?
La maternidad consciente no es un conjunto de técnicas, es una forma de estar presente, de observarte y de actuar desde lo que tu adolescente realmente necesita. Aquí te dejo tres claves para cultivarla:
Escucha activa y sin juicio.
Cuando tu adolescente habla, necesita que le escuches con todo el cuerpo. Sin interrupciones, sin consejos inmediatos. Solo tu mirada y tu presencia ya son una forma de amor, la más importante en esta etapa.
Autorregulación emocional.
Una madre consciente no es la que nunca se enfada, sino la que aprende a medir sus reacciones. Respirar, retirarte a tiempo y volver con calma es más educativo que cualquier sermón.
Revisar tus creencias.
Muchas veces no es tu hijo quien te desafía, sino la idea rígida que tienes sobre lo que “debería hacer”. Cuestionarte no te debilita; te libera para acompañar desde la comprensión.
10 señales de que estás siendo mejor madre de lo que crees
Puede que no lo veas ahora, cuando sientes que te pasas el día apagando fuegos, pero ahora mismo, en este mismo momento, ya estás sembrando algo valioso. Estas son diez señales de que tu maternidad consciente ya está dando frutos:
- Te importa cómo se siente tu adolescente, no solo lo que hace.
- Lees, preguntas, reflexionas sobre tu forma de educar.
- Te das cuenta cuando gritas y lo hablas después.
- Pides perdón si has herido.
- Intentas comprender, no controlar.
- Pones límites con firmeza, pero con respeto.
- Escuchas de forma activa, aunque no compartas su opinión.
- Te das permiso para sentirte cansada o frustrada.
- Celebras sus logros sin compararlos con otros.
- Sabes que estás en proceso, no buscando perfección.
¿Ves? No necesitas hacer más. Necesitas reconocer lo que ya haces.
La culpa materna y cómo gestionarla desde la conciencia
Ay, la culpa, la culpa… Es el mal de las madres de nuestro tiempo. No vas a poder evitarla, pero sí puedes, con algo de esfuerzo, transformarla. Porque la culpa no es mala por sí misma: a veces es un aviso. Te indica dónde está lo importante.
Por supuesto, también puede convertirse en un peso: la mayoría de las veces lo hace. Si eso es lo que sientes, una culpa que te paraliza y desconecta, entonces sí deberías ocuparte de ella:
Identifica de dónde viene esa culpa.
¿Es tuya o la heredaste? ¿Tiene que ver con algo que hiciste o con una exigencia cultural imposible de cumplir? Nombrarla es el primer paso.
Cambia culpa por responsabilidad.
La maternidad consciente no niega los errores, pero te invita a mirarlos sin juzgarte. Si puedes reparar, hazlo. Si no, aprende y sigue adelante.
Habla con otras madres de lo que sientes.
Compartir aligera. Cuando lo cuentas, te das cuenta de que no estás sola, y eso también cura.
Maternidad consciente vs. perfeccionismo: ¿en qué se diferencian?
A veces confundimos la maternidad consciente con hacerlo todo bien. Pero no es lo mismo. De hecho, son caminos muy distintos. Y es importantísimo conocer sus diferencias:
La maternidad consciente abraza el error; el perfeccionismo lo castiga.
Cuando acompañas desde la consciencia, entiendes que fallar es parte del proceso y no te defines por ello.
La maternidad consciente escucha; el perfeccionismo impone.
Una madre consciente se adapta a las necesidades reales de su hija, mientras que el perfeccionismo busca que todo encaje en una idea previa.
La maternidad consciente incluye tu autocuidado; el perfeccionismo lo excluye.
Porque para acompañar bien, también necesitas cuidarte tú. No eres solo madre: eres persona.
La maternidad consciente conecta; el perfeccionismo controla.
El vínculo nace del respeto mutuo, no del control. Y para que tu hija confíe en ti, necesita sentirte cercana, no temer equivocarse contigo.
La maternidad consciente evoluciona; el perfeccionismo se estanca.
Ser madre consciente es aprender, cambiar, soltar lo que ya no sirve. El perfeccionismo, en cambio, se aferra a fórmulas rígidas aunque ya no funcionen con tu adolescente.
Cómo cuidar tu bienestar emocional para ser mejor madre
Tu bienestar no es un lujo. Es una base. Cuidarte emocionalmente no solo te ayuda a ti, también mejora tu forma de estar con tu adolescente.
Revisa tus pensamientos automáticos.
¿Te hablas con dureza? ¿Te culpas por todo? Aprende a observar tus pensamientos sin creértelos del todo. Quizá estos pensamientos que lastran tu maternidad y tu bienestar vengan de tus heridas de infancia. Quiérete. Cuídate. Te mereces tu propia autocompasión.
Dedica tiempo a lo que te nutre.
Aunque sean 10 minutos al día. Leer, caminar, escribir… cualquier cosa que te conecte contigo.
Pide ayuda cuando la necesites.
No tienes que poder con todo. Apoyarte en tu pareja, familia o profesionales también es maternidad consciente.
Pon límites también hacia fuera.
No puedes decir que no a tu hijo si no sabes decirlo en otros ámbitos. El respeto empieza por cómo te tratas a ti misma.
Rodéate de apoyo.
Habla con otras madres, acude a espacios seguros, pide ayuda profesional si la necesitas.
Recuerda que en el Círculo de la armonía familiar te ayudamos a entender tus miedos para que empieces a crear mayor seguridad en ti misma y a tener claras tus metas en la toma de decisiones. Porque acompañar a un adolescente no debería ser una tarea en soledad.
Ser madre consciente es aceptar, no exigirse perfección
Ser una buena madre no significa hacerlo todo bien. Significa estar dispuesta a mirar, reparar, aprender y volver a intentarlo. Significa amar sin condiciones y crecer junto a tu hija, aunque a veces duela, aunque a veces no entiendas nada. No necesitas ser perfecta. Solo necesitas estar presente, con honestidad y con ternura.