Son muchas las madres que buscan información sobre este tema, pero muy pocas saben cómo lograr que el refuerzo positivo realmente funcione con sus adolescentes.
En el post de hoy voy a darte algunas directrices sobre cuáles son los beneficios del refuerzo positivo y cómo, en oposición al negativo, castigos o consecuencias, podemos obtener conductas más agradables de nuestros adolescentes.
El concepto de refuerzo positivo fue introducido por el psicólogo Burrhus Frederic Skinner, uno de los teóricos clave de la orientación conductista, que definió el refuerzo como un tipo de aprendizaje basado en la asociación de una conducta con las consecuencias derivadas de esta. Como sabrás, el refuerzo positivo se da cuando la conducta conlleva la obtención de una recompensa, material o no.

Cuidado con esto último, porque algunas personas pueden pensar que, a base de recompensas materiales, sus hijos llegarán a comportarse como es deseado. El motivo por el que algunas madres me escriben diciendo que el refuerzo positivo no les funciona en casa es porque, para conseguir una buena conducta de sus hijos, les prometen recompensas a cambio de su buen proceder.
En estos casos, lo que estamos consiguiendo es que el adolescente asocie una tarea a un premio (hábito que en la vida real no funciona) por lo que cada vez que queramos conseguir algo de ellos, nos va a tocar acudir al «soborno». ¿Realmente es esto lo que quieres?
¿Cómo lograr que el refuerzo positivo funcione con adolescentes?
Para empezar, debes convertirte en observadora nata; vigila cada movimiento de tu hijo/a, como una gacela. Y en cuanto veas la oportunidad, ¡zas! Te lanzas. Voy a ponerte algunos ejemplos que utilizo en mis clases con alumnos y que me han dado muy buen resultado. Imagina:
Alumna que trabaja poco porque se aburre en clase: de repente un día le da por realizar una tarea sencilla, de esas que cualquiera puede hacer. No importa lo simple que sea, está trabajando. Pués ahí me lanzo y le digo lo bien que lo está haciendo y lo orgullosa que me siento de verla trabajar.
Alumno que altera en clase constantemente: un día llega medio dormido y por arte de magia su comportamiento es tranquilo. Me acerco a él y le recalco lo bien que se está comportando, incluso le doy las gracias por permitirme dar la clase.
Alumna tímida que no se atreve a hablar en clase: espero el día que lo haga, (aunque sea de manera discreta) y le aplaudo su aportación a la clase. Le doy las gracias porque su idea nos ha ayudado a resolver el problema.
Alumno que siempre suspende: consigue sacar un 4, su nota ha subido y le doy la enhorabuena porque ha pasado de un 2 a un 4. ¡Eso es un gran logro! La próxima vez estoy segura de que llegas al 5, solo es un puntito de diferencia – le digo.
Como ves, estos son algunos ejemplos sencillos de refuerzo positivo que empleo con mis alumnos en clase. Lo mismo puedes hacer en casa con tu adolescente, solo es cuestión de abrir bien los ojos y lanzar el refuerzo cuando menos lo espere. Te aseguro que los resultados son inmediatos.
El refuerzo positivo les hace sentir motivados, tenidos en cuenta y que forman parte de algo. Y por supuesto, sana su autoestima cuando ésta está dañada.
Te dejo con uno de los episodios del podcast donde amplío esta información.