Lo vemos casi a diario en televisión.
Los jóvenes se muestran cada vez más violentos en sus manifestaciones, peleas en la puerta del instituto, abusos sexuales a otras menores, insultos y vejaciones hacia la figura del profesor… Pero, ¿qué está pasando? ¿qué sucede en la sociedad para que los jóvenes actúen de esta manera? ¿qué influencia ejercen los padres en la educación de sus hijos?
Muchos pensarán que la violencia es algo que se adquiere con la edad, con las malas experiencias del pasado o con una pubertad difícil. Sin embargo, la violencia es algo innato, forma parte de lo que llamamos el cerebro reptiliano, es decir, la lucha por la supervivencia.
¿Cómo funciona el cerebro de un adolescente?
Según científicos, el cerebro del ser humano se divide en tres partes, el reptiliano que acabamos de mencionar y que es el primero que se desarrolla nada más nacer; el emocional, que se basa en la distinción de emociones agradables y desagradables y que se comienza a adquirir a partir del primer año de vida; y por último el cerebro intelectual, el de la razón, desarrollado a partir del segundo año de vida.
Pues bien, como hemos comentado anteriormente, el cerebro reptiliano ya nos hace pensar como luchadores, guerreros que sobreviven a las inclemencias de lo que nos rodea. Si a eso le añadimos una carencia afectiva en la parte emocional, y una falta de formación en la intelectual, tenemos un artefacto fácil de hacer estallar.
Sin embargo, a pesar de que nuestra naturaleza está diseñada para subsistir, la influencia de los padres en el crecimiento emocional e intelectual de sus hijos es imprescindible para desarrollar su capacidad de convivencia y tolerancia con la sociedad. De hecho, según estudios, los padres suponen un 50% de influencia en el desarrollo del niño, otro 25% cita a los amigos y profesores como ejemplos a seguir y el 25% restante alude a las experiencias externas.
Decálogo para hacer de tu hijo un delincuente.
El juez Emilio Calatayud, famoso por sus controvertidas frases y sentencias ejemplares, pone de manifiesto un decálogo que me gustaría compartir en este post. Estos son los diez pasos a seguir por los padres para hacer de sus hijos unos delincuentes. 1. Dadle todo cuanto desee: así crecerá convencido de que el mundo entero le debe todo.
2. Reídle todas sus groserías, tonterías y salidas de tono: así crecerá convencido de que es muy gracioso y no entenderá cuando en el colegio le llamen la atención por los mismos hechos.
3. No le deis ninguna formación espiritual: ¡ya la escogerá él cuando sea mayor!
4. Nunca le digáis que lo que hace está mal: podría adquirir complejos de culpabilidad y vivir frustrado; primero creerá que le tienen manía y más tarde se convencerá de que la culpa es de la sociedad.
5. Recoged todo lo que vaya dejando tirado: así crecerá pensando que todo el mundo está a su servicio; su madre la primera.
6. Dejadle ver y leer todo: limpiad con detergente, que desinfecta, la vajilla en la que come, pero dejad que su espíritu se recree con cualquier porquería. Pronto dejará de tener criterio recto.
7. Padre y madre discutid delante de él: así se irá acostumbrando, y cuando la familia esté ya destrozada lo encontrará de lo más normal, no se dará ni cuenta.
8. Dadle todo el dinero que quiera: así crecerá pensando que para disponer de dinero no hace falta trabajar, basta con pedir.
9. Que todos sus deseos estén satisfechos al instante: comer, beber, divertirse,…¡de otro modo podría acabar siendo un frustrado!
10. Dadle siempre la razón: son los profesores, la gente, las leyes… quiénes la tienen tomada con él.
La pregunta es: ¿qué podemos hacer si no hemos sido lo suficientemente disciplinados con nuestros hijos en la niñez?
¿Es demasiado tarde para cambiar este comportamiento?
La respuesta es: NO. Aún podemos conseguir mejorar el comportamiento de nuestros hijos adolescentes. Basta con sentarse a hablar con ellos de manera serena y pausada. De explicarles las consecuencias de sus actos si incumple las normas.
Nuestros hijos deben saber que mientras sean menores de edad, nosotros somos responsables de lo sus acciones. Si cometen un delito, nosotros pagaremos por ello.
No es cuestión de entrar en una lucha por el poder (¡estás bajo mi custodia y punto!), porque en ese caso, el adolescente se sentirá atacado y te plantará cara. Tampoco se trata de negarle todo lo que pida, se pueden llegar a acuerdos (puedes salir con tus amigos, pero antes me acompañarás a la compra).
Los adolescentes odian ser juzgados por sus padres (¡eres un guarro, mira qué habitación tienes!), esto aumentará el rechazo. Sería mucho más efectivo si, manteniendo la calma, le explicaras que no te gusta ver la habitación desordenada y que antes de marcharse debe recogerla.
De esta manera transmitimos el mismo mensaje sin juzgarlo a él.
En resumen, si aún estás a tiempo de asimilar el decálogo que el juez Calatayud nos ha propuesto, no dejes de hacerlo. Y si tu hijo ya es demasiado mayor como para corregir sus hábitos de la niñez, prueba estos sencillos consejos en la pubertad. Nunca es tarde para ponerlos en práctica.
No quisiera despedir este artículo sin antes recomendarte uno de los libros más recomendados del Juez Calatayud.
En él encontrarás cómo este juez nos sitúa en el universo de los menores de edad y analiza minuciosamente los riesgos que corren: los de siempre ―pero no por ello ya superados― y los actuales ―y más desconocidos―, consecuencia de la era global, de las nuevas tecnologías y de los efectos de la crisis económica y de valores que padecemos.
Puedes echarle un vistazo en este enlace.
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2 comentarios. Dejar nuevo
Gracias !! Muy útil , hoy mismo he descubierto los podcast, y ya me están ayudando
Muchas gracias por tu comentario.