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¿Por qué mi hijo adolescente no me habla?
Jurarías que el adolescente que entra por la puerta después del instituto es el mismo niño o niña que hace muy poco no paraba de hablar; sin embargo, ahora se encierra en su habitación y no dice ni una palabra. Con sus amigos sigue siendo la misma persona dicharachera y habladora, pero en casa la norma es la hosquedad y las respuestas defensivas. Definitivamente, estás ante un caso común: tu adolescente no te habla.
¿Qué ha pasado?
Como en casi todo lo que sucede en la adolescencia, parte de las razones son evolutivas y otra parte, culturales, así que lo mejor es que no busques culpables.
El adolescente está en plena construcción de su identidad y, en esta búsqueda, comienza a tener una vida social propia. No es que hayas hecho nada mal: es lógico que comience a confiarse más a sus amigos que a su familia.
Pero probablemente estén influyendo también algunos hábitos comunicativos que arrastra nuestra cultura y que nos pueden dificultar el camino de la comunicación con nuestros adolescentes. La buena noticia es que, con consciencia y esfuerzo, podemos cambiarlos.
¿El adolescente ignora el referente adulto?
Mi respuesta te va a sorprender: no.
La realidad es que los adolescentes nos siguen necesitando; de hecho, los profesores, talleristas, entrenadores… estamos acostumbrados a que nos confíen sus problemas.
Suelen ser niños sanos, que tienen problemas normales y saben que los adultos pueden ayudarles. Sin embargo, cuando les preguntamos si pueden hablar de ello en casa, suelen ponernos caras de consternación: “con mis padres no”.
¿Por qué no eres un interlocutor válido para tu adolescente?
1. Porque cree que no le escuchas
Te propongo un ejercicio de introspección: ¿cómo ha sido la comunicación con tu adolescente hasta ahora? ¿Le has escuchado con interés? ¿Has validado y respetado sus procesos de pensamiento?
Si en su infancia no te has interesado sinceramente por sus inquietudes, es difícil (¡pero no imposible!) que ahora sienta que les das valor. Si quieres algunos consejos cómo cambiar esto, puedes escuchar el episodio 48 de mi podcast.
2. Porque le parece que vas a juzgarle
Cuando hablamos con nuestros hijos, tendemos a juzgar, a sermonear, a aconsejar. “Deberías haber estudiado más”; “ya te dije yo que no te juntaras con esos chicos”; “mira, lo mejor es que vayas y le digas que…” ¿No crees que no lo sabe ya? Repetírselo no educa: machaca.
Los adolescentes que están acostumbrados a este patrón comunicativo suelen evitar las conversaciones con los padres, “por si acaso”.
Pero si quieres ser la persona a la que tu hijo llame si un día comete un error grave, debes ser también la que escuche sus pequeños problemas. Sin juicios.
3. Porque siente que le interrogas
Esta escena se repite a diario en miles de hogares en todo el planeta. Un adolescente entra en casa con cara de pocos amigos y recibe una salva de preguntas: “¿qué tal te ha ido el examen?”; “¿Os han dado el papel de la excursión?”; “¿Cuándo son las evaluaciones?”; “¿Tienes la lista de libros del próximo trimestre?”
Eso no es una conversación: es un interrogatorio.
En una conversación el intercambio va en los dos sentidos (sí, tú también te puedes confiar a tu adolescente en la medida en que sea capaz de entender tus inquietudes) y los temas giran en torno a los intereses de las personas implicadas. Si no lo haces así, seguramente tu adolescente tendrá muy pocas ganas de hablarte.
4. Porque piensa que le controlas
¿Te has preguntado por qué razón necesitas conocer al detalle todo lo que sucede en la vida de tus hijos? A veces, el límite entre tu necesidad de control y la maternidad responsable es muy fino, y preguntamos por nuestro propio bienestar, más que por el suyo.
No te lo tomes como algo personal si prefiere hablar con otros adultos (recuerda que necesita otros referentes). Una prima mayor, un amigo tuyo. Si sabes que tu adolescente confía en ellos, alimenta esa relación, pues serán mejor guía que otro adolescente.
5. Porque teme que seas indiscreta
Los problemas de los niños y adolescentes pueden parecer pequeños comparados con los de los adultos, pero para ellos son tan importantes como para ti los tuyos, así que no los minimices.
Cuando tu adolescente te cuenta algo y tú se lo dices a otra persona, traicionas su confianza. Y es probable que no tenga ganas de volver a contarte nada.
Es cierto, si hay un problema grave debes comunicarlo (a otros padres, a los profesores o a quien corresponda), pero eso tu adolescente ya lo sabe: podéis poneros de acuerdo sobre la manera de informar a quien sea necesario.
¿Cómo escuchar, entonces?
Podría hacer una lista de consejos, pero me gustaría resumirlos así: ve a la charla con tu adolescente como vas a la charla con tu mejor amiga.
Salir a su cafetería favorita a diario no es viable a largo plazo, pero puedes crear en casa las condiciones idóneas para una conversación. Proponle tomar algo juntos y charlad sin ningún plan preconcebido o acompañaos en silencio.
Recuerda no tener expectativas: no se trata de sonsacar sino de pasar un rato agradable.
¿Y lo que no te cuenta?
Lo sé: a veces te da miedo no saber si lo que tu adolescente esconde son problemas serios.
Si es tu caso, te aconsejo que sigas la recomendación de la psicóloga Lisa Damour, especialista en adolescentes: estate atento a que su desarrollo no parezca estancado (en ningún aspecto: social, psicológico, intelectual…). Ese podría ser el síntoma de que algo grave está sucediendo y de que quizá sea necesaria ayuda profesional.
Mientras tanto, lo más probable es que tu hijo sea una persona sana cuyos problemas no sean preocupantes, aunque no te los cuente.