La respuesta a esta pregunta es sencilla: conociendo los cambios que van a producirse a partir de ahora. No cabe duda de que ningún padre o madre ha recibido formación alguna acerca de cómo pueden ayudar a sus hijos en la fase de la pubertad. De hecho, ni se imaginaban que había que prepararse para la adolescencia de un hijo. Básicamente desconocen cuál es el funcionamiento básico cerebral, cómo se desarrolla o cómo pueden apoyar su transformación de niño a adulto.
En algunas ocasiones, los padres se sentirán perdidos, e irán dando tumbos de un lado a otro sin saber qué hacer para ayudar a su hijo en su crecimiento intelectual y emocional. En otros momentos, por el contrario, los padres creerán saber a ciencia cierta cómo tratar a un adolescente, pero lo harán de manera opuesta a lo que el cerebro o las emociones de su hijo necesitan en ese instante.
No debemos olvidar que la influencia de los padres, especialmente en los primeros años del desarrollo del pequeño, supone un alto porcentaje en el crecimiento del intelecto y las emociones. Sin embargo, la personalidad de los niños viene de serie, con un carácter que marcará el resto de su vida.
A lo largo de los años, los padres no han dispuesto de herramientas reales que hagan su complicada labor algo más fácil. Tan solo los psicólogos, los pedagogos y los educadores tenemos en nuestras manos una serie de herramientas, concretamente cinco, que tienen la capacidad de contribuir a un mejor entendimiento del comportamiento del adolescente. Me refiero a la empatía, la paciencia, la comprensión, la disciplina y el refuerzo.
Aprender a utilizar estas herramientas de manera exitosa requiere tiempo y práctica. Un padre no se vuelve comprensivo o paciente de la noche a la mañana, pero si trabajamos el ensayo y error a diario, apreciaremos los resultados.
Cuando eres niño, el mundo se divide en grande y pequeño. Tú eres pequeño, pero te sientes a salvo porque los grandes cuidan de ti. Los niños ven el mundo a través de los ojos de sus padres, saben quiénes son porque conocen a quien pertenecen –clase social, religión, equipo de fútbol, a quién parecerse cuando sean mayores-.

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Mamá y papá son los que gobiernan porque ellos son la reina y el rey.
Día tras día ellos sienten que son los mismos que la noche anterior. A esa edad, el niño cree que el mundo no cambiará, y que mamá y papá continuarán ejerciendo su papel de reyes. Es posible que se imagine siendo mayor, un policía, un bombero, un jugador de fútbol, pero siempre bajo el cuidado y apoyo de sus progenitores.
¿Quieres saber más sobre cómo prepararse para la adolescencia de un hijo? Sigue leyendo…
Llega el temido cambio.
El dilema comienza cuando el niño crece y empieza a hacerse hombre. La pubertad interrumpe la sensación de seguridad en el niño, y la incertidumbre y el desconcierto sustituyen esa confianza que tanta tranquilidad le proporcionaba.
La coexistencia de diversas emociones cobrará protagonismo en el carácter de tu hijo en los próximos años. El adolescente deberá aprender a ser independiente, del mismo modo que aprendió a comer o vestirse solo. Al igual que sucedió entonces, esta búsqueda de la independencia conllevará una lucha entre ambos. Un día discutirá contigo por salir con los amigos hasta tarde, y al día siguiente se acurrucará junto a ti mientras veis una serie en Netflix. Su privacidad en el baño será primordial en un momento dado, y al otro se olvidará y se paseará por el salón en calzoncillos.

En este sentido los adolescentes sienten sus emociones divididas en dos. Quieren crecer, pero no quieren dejar de ser niños. Se trata de una ambivalencia que provocará que, en ocasiones, los padres se vuelvan locos y lleguen a pensar que sus hijos les están tomando el pelo. Pero no es así.
Me viene a la cabeza una conversación que mantuve con mi hija hace unos días. Me habló de unas charlas sobre el tabaquismo que dieron en su instituto. Enunció una serie de justificaciones muy sensatas que reprobaban el consumo del tabaco entre los más jóvenes. Reparé en que mi hija se había convertido en una adulta razonable y juiciosa de la noche a la mañana. Al acabar su alegato, salió corriendo tras su primo de siete años para columpiarse con él en un parque, gritando y disfrutando como una niña pequeña.
Un niño ve las cosas desde una única perspectiva, es decir, solo distingue lo que tiene delante. Los dibujos de la tele terminan cuando apagamos la tele, no imaginan que esos muñequitos siguen proyectándose en otras casas. Los adolescentes empiezan a tener una visión más amplia de las cosas, otra perspectiva. Ya son capaces de ponerse en el lugar de otro. Temas como la religión, la política, la moralidad o el arte comienzan a tener sentido para él.
Es interesante apreciar cómo, de pronto, tu hijo se embarca en una discusión sobre política contigo. Llegado el momento, es importante que sienta que lo escuchas, que no desprecias su opinión por ser más joven. No te sorprendas si un día defiende la monarquía con uñas y dientes, y al día siguiente la censura. Su sentido de la crítica acaba de iniciarse y aún tiene que madurarlo. Pregúntale su opinión en temas transcendentales, le hará sentir valioso.
La noción de moralidad es otro concepto nuevo para él.
De niño, las cosas estaban bien o estaban mal porque los padres así se lo decían -había que compartir los juguetes con otros niños porque te obligaban, y no porque fuera beneficioso interaccionar con ellos-. Un niño no entiende de habilidades sociales ni de ser mejor personas, no busca una relación sana y satisfactoria con otros niños, tan solo se preocupa de sí mismo y de sus necesidades, lo cual no significa que sea egoísta. Tan solo que su empatía y asertividad no está aún desarrollada.
En la adolescencia, sin embargo, entienden que, para que el mundo avance y la sociedad conviva en paz, debe haber una conducta moral entre unos y otros. Según el Dr. Michael Thompson, psicólogo clínico, el cincuenta por ciento de los chavales de trece años aún toman decisiones morales basadas en consecuencias de castigo por parte de los padres. De hecho, no es hasta entrados los veinte cuando un joven arraiga en su consciencia la necesidad de una ética. Aunque a veces, ni eso…
En esa transición entre lo que es moral, lo que los padres aconsejan, la observación del niño y las advertencias externas, el adolescente se reserva el derecho de exponer sus propias conclusiones. No es de extrañar que, en estos casos, tu hijo se guíe por el código moral de sus amigos y no por el tuyo. Durante una temporada aspirará ser un buen amigo, en lugar de un buen chico.
Otros factores
Otros factores que intervienen en el desconcierto del adolescente son los cambios físicos. Su cuerpo se desarrolla de manera drástica en pocos meses, experimenta los cambios que confirmarán que ya no es un niño. Resulta curioso cómo, cuando esto sucede, los hijos hablan de su niñez como si hubiera pasado mucho tiempo. “Cuando yo era pequeño…”, relatan. Esto sucede porque su concepto sobre el paso del tiempo despierta.
Cuando son críos, un día sucede a otro. El peque de dos años no distingue cuándo dejó de ser un bebé, ni el chiquillo de cinco años cuando dejó de ser un peque. Ahora, sin embargo, es palpable. Lo peor de todo es que empiezan a ser conscientes de que convertirse en un adulto está a la vuelta de la esquina. No hay tiempo que perder, deben ponerse las pilas si quieren triunfar como personas maduras.
El cambio físico también evidencia algo que, hasta ese momento, no les inquietaba: el sexo. Los adolescentes se muestran apáticos con los padres. Ya no solicitan su compañía; al contrario, prefieren encerrarse en su habitación, estar solos y que no los acompañen al instituto. Este distanciamiento se debe a que los adolescentes tienen un secreto: son personas sexuales y tú eres la última persona que debe saberlo.
Tranquilo, esto no durará para siempre. Llegará un día en el que tu hijo se sentirá más seguro consigo mismo, con su sexualidad y con su nueva identidad. Pronto se convertirá en un hombre o en una mujer, con sus propias experiencias, y será entonces cuando vuestra relación se redirigirá hacia una convivencia más apacible.
En el siguiente vídeo, puedes profundizar más sobre cómo prepararse para la adolescencia de un hijo en esta entrevista a Chema Lázaro, experto en Neurodidáctica.
2 comentarios. Dejar nuevo
Qué buen post Diana y que identificada me siento.
Gracias, Eva. Me alegra saber que te ha gustado. Un abrazo.