Mi hijo adolescente es un tirano

Mi hijo adolescente es un tirano, ¿qué puedo hacer para cambiarlo?

Que la adolescencia es un periodo muy complicado, marcado por la oposición a los padres y los vaivenes emocionales es algo que todos sabemos. Que hay adolescentes más irascibles y otros que lo son menos parece una evidencia.

Pero a veces esa oposición y esa tendencia a la ira son excesivas. Los padres sienten que hay algo más, que en su caso el desafío es insostenible, que su hijo no es un adolescente enfadado más, sino un tirano. No suele ser solamente una sensación de los padres: hay niños y adolescentes (y adultos también) que se comportan como verdaderos déspotas.

Muchas veces se trata solo de una cuestión de grado: casi todos los adolescentes desean que el mundo gire en torno a ellos, pero solamente unos pocos piensan que lo merecen, que su familia debe hacer de ellos el centro del universo, concederles todos los caprichos y evitarles todo sufrimiento.

El adolescente tirano actúa como si sus padres fueran inferiores y estuvieran a su servicio, tratándolos con ira e incluso con violencia cuando no actúan conforme a su voluntad. Una actitud que crea humillación, vergüenza e inseguridad en sus familiares. 

Si todos los adolescentes son egocéntricos, ¿cómo distinguir al tirano? ¿Cuál es la razón para que algunos se conviertan en tiranos y otros no? ¿Qué podemos hacer para solucionarlo?

Mi hijo adolescente es un tirano
Es importante saber diferenciar entre esta tendencia natural y el llamado síndrome del emperador.

Cómo distinguir a un adolescente tirano

Los adolescentes tienen un punto de egolatría, decíamos, que no siempre se transforma en despotismo. Es importante, por tanto, saber diferenciar entre esta tendencia natural y el llamado síndrome del emperador. Que un adolescente quiera salirse siempre con la suya es cansado, pero no necesariamente problemático. Que un adolescente imponga siempre su criterio sí es un problema, a veces grave.

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Veamos algunas de las características de los adolescentes tiranos: 

Tienen poca empatía

Suelen ser adolescentes centrados en sus propios deseos y necesidades, con dificultades para conectar con los sentimientos de otras personas. Por esta razón les cuesta entender el efecto que su conducta causa en los demás. 

Presentan una baja responsabilidad

No son capaces de ver las consecuencias sobre los otros de no cumplir con aquello que se les ha pedido (ya sean tareas domésticas o escolares, o compromisos familiares). Para ellos, el compromiso con los otros tiene escaso valor.

Su control emocional es más pobre que el de sus iguales

Es verdad que la mayoría de adolescentes presenta un pobre control anímico (y es normal por las características del cerebro adolescente), pero en el caso de los adolescentes con comportamiento tiránico, este descontrol es más acusado: se da en muchas más ocasiones y durante más tiempo.

Tienen baja tolerancia a la frustración

Al ser menos capaces de empatía y estar muy centrados en sus propios deseos, son adolescentes que incapaces de asumir que algo no salga como esperaban.

Son muy impulsivos

Los adolescentes tiranos se caracterizan por ser menos capaces de autocontrol que otros, es decir, que actúan guiados por la satisfacción inmediata, sin reparar en las consecuencias a medio o largo plazo.

Suelen presentar más conductas de riesgo que sus pares

El escaso control de impulsos hace también que estos adolescentes sean menos capaces que sus pares de prever el riesgo y, por tanto, “caigan” con mayor frecuencia en conductas peligrosas.

¿Por qué algunos adolescentes acaban convirtiéndose en tiranos?

Suele decirse que los niños (y adolescentes) tiranos no nacen, se hacen. Suele decirse como para dar a entender que la culpa es de los padres (y particularmente de las madres)

Pero aunque a veces hay un componente educativo familiar, culpar a las familias porque sus hijos tengan un comportamiento tiránico es ver solamente una parte del problema y no buscar la solución

Porque las causas más frecuentes que hacen de un adolescente un tirano son variadas: 

Determinadas características genéticas o trastornos psicológicos

El trastorno negativista desafiante, que se caracteriza por un patrón frecuente de ira, irritabilidad y desafío hacia los padres u otras figuras de autoridad y cuyas causas parecen ser una combinación de factores personales y ambientales, puede ser la razón por la que un adolescente se comporte como un tirano.

Problemas “de fuera” que acaban “trayendo a casa”

En ocasiones, los hijos que se comportan de forma tiránica están “compensando” de manera poco ajustada algunos problemas de su día a día. Un adolescente que siente su casa como un lugar seguro puede manifestar su sufrimiento con un comportamiento déspota.

La falta de formación de los padres en educación respetuosa

Cuando los padres que no quieren para sus hijos una educación autoritaria pero no han terminado de comprender cómo ejercer la autoridad democrática, puede llegar a generarse el efecto contrario: que sean los hijos los que se comporten de forma tiránica.

Una dinámica familiar negativa

Si entre los padres las necesidades se manifiestan a través de discusiones y del ejercicio de la violencia, o si la familia está muy desestructurada, puede que el adolescente no sepa cómo relacionarse de manera sana.

El intento de compensar la falta de tiempo para los hijos

Vivimos en una sociedad que nos deja poco tiempo para la familia y, por ello, muchos padres y madres se sienten culpables y tratan de compensarlo, a veces de manera equivocada, a través de regalos materiales o cediendo a los deseos de los hijos para evitar conflictos.

Una combinación de sobreprotección y falta de límites.

Esta es, sí, la causa más habitual. Tenemos menos hijos, los tenemos más tarde y con más conciencia y, por querer cuidarlos, no es raro que nos excedamos y acabemos sobreprotegiéndolos. Si, además, no somos firmes manteniendo los límites, algunos acaban creyendo que debemos cumplir todos sus deseos.

Quiero entenderte

¿Cómo consigo que mi hijo adolescente deje de ser un tirano?

Salvo que nos encontremos frente a un trastorno desafiante u otra condición, es posible conseguir que un adolescente tirano cambie de actitud.

Posible no significa sencillo, ni mucho menos, pero si consigues mantener el foco en lo que importa (la educación a medio y largo plazo) podrás ir dando pasos en ese sentido. Es importante tener siempre en cuenta que, muchas veces, la manera de conseguir que un adolescente llegue a ser un adulto sereno y equilibrado entra en conflicto directo con aquello que le va a producir satisfacción en este momento.

Eso no significa que la adolescencia no pueda vivirse con satisfacción y alegría, pero sí que educar conlleva afrontar situaciones de incomodidad y tensión con los hijos, especialmente si queremos reducir un comportamiento tiránico. Algunos consejos para hacerlo son:

1. Empieza por empatizar

Regla número uno de la educación: se consigue más con la amabilidad que desde la imposición autoritaria. Lo primero es, siempre, tratar de ponerte en el lugar de tu adolescente y empatizar con sus deseos o necesidades. Eso también puede terminar modelando la empatía en él.

2. Clarifica tus expectativas y las consecuencias

Empatizar no significa ceder. Significa priorizar la conexión. Así que lo mejor es que, en un momento de conexión, dejes claro lo que esperas de tu adolescente (sea recoger la mesa o ir a casa de la abuela), para cuándo lo quieres y qué sucederá si no lo cumple. Sin enfados, pero sin miedo.

3. Implica a tu adolescente en el establecimiento de normas

Una vez que hemos puesto los límites en casa, podemos pedir a nuestro adolescente que colabore en el establecimiento de normas. Si nuestra expectativa es que recoja su habitación, quizá podamos establecer, de manera conjunta, unos mínimos para la semana (cama hecha, suelo despejado…) y otros para el fin de semana (pasar la aspiradora, recoger la ropa…).

4. No te enredes en largas explicaciones

Cuidar es también respetar la incomprensión de tu adolescente. Está bien explicar límites y normas, pero si no los entiende a veces lo mejor es decirle simplemente que esa decisión te corresponde a ti como persona adulta, y no insistir más.

5. Sé consistente en el mantenimiento de límites y normas

Esto es lo más importante: cuando hay un compromiso o una norma, tu adolescente debe cumplirla. En algunos casos se pueden hacer excepciones, pero lo mejor es que, de momento, no las hagas: es preferible pedir poco y mantener el rigor en el cumplimiento de acuerdos.

6. Refuerza los comportamientos positivos sin insistir mucho en los negativos

Una gran parte de la educación es mirar a los hijos y celebrar sus logros, por pequeños que nos parezcan. Si tu adolescente ha hecho la cama, pero no ha recogido la ropa, empieza por eso: “gracias por hacer la cama, ¿te ayudo con la ropa?” Podría ser una buena manera de abordarlo.

Recuerda: tu adolescente no es tu enemigo, y no tiene nada contra ti, aunque a veces las circunstancias y su momento de desarrollo cerebral os lo pongan difícil. Partiendo de la empatía y siendo firme en los acuerdos conseguirás que el nivel de conflictividad en casa baje y que la adolescencia sea un momento de disfrute, no de sufrimiento familiar.

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