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Socorro, me he enterado de que mi hijo adolescente acosa a otros
Cuando nos hablan de bullying, de acoso escolar o de ciberacoso, casi siempre nos preocupa una sola cosa: que nuestros hijos sean las víctimas. Sin embargo, los números son claros: si hay en nuestro país casi 220.000 estudiantes víctimas de acoso escolar, eso significa que existen más de 74.000 acosadores.
Por eso, una de las llamadas más difíciles y, probablemente, también de las más inesperadas es aquella en la que el centro escolar te comunica que ese bebé que sostuviste en brazos hace tan poco está ejerciendo acoso sobre sus iguales. ¿Qué hacer si es tu adolescente el que acosa?
Sucede muy deprisa, en realidad: un momento de shock seguido por un sinfín de dudas, y casi siempre, la culpa. Y la necesidad real de tener que actuar deprisa, porque, por desgracia, para cuando el conocimiento del acoso llega a los adultos, la conducta ya está casi siempre instaurada y, de alguna manera, el daño (y el daño del acoso entre iguales puede perdurar de por vida) ya está hecho.
Pero dejemos una cosa clara antes de seguir: el acoso escolar no aparece únicamente como consecuencia de los fallos que una madre o padre haya podido cometer, no. El acoso escolar es un problema social, un problema grave, en el que la punta del iceberg es lo que sucede entre adolescentes.
Así que hay que tratar de sobreponerse a la culpa y, también, de evitar reducir al acosador a esa conducta, por desviada que sea. Lo mejor es mantener la cabeza fría y afrontarlo con serenidad. Porque con una intervención adecuada, la conducta puede cambiar. Y eso es lo más importante.

¿Por qué acosan los adolescentes?
Como suele suceder con todos los problemas educativos, es fácil caer en la simplificación y muy complicado dar una explicación que valga para todos los casos, así que nos ceñiremos a lo más frecuente.
Porque, en realidad, y sin pretender caer en el alarmismo, cualquier chico o chica, por “normal” que parezca, puede terminar actuando como acosador, si se dan las circunstancias adecuadas.
Se han estudiado varios perfiles de acosadores, pero podemos decir que, de manera general, hay algo que es común a todos ellos: las carencias en habilidades sociales. De hecho, toda intervención relacionada con el acoso (ya sea en prevención o tras algún episodio) debe tener muy en cuenta este punto.
Y es que, independientemente de otras características que pueden variar, los acosadores suelen ser jóvenes incapaces de solucionar los conflictos de manera positiva.
Pero, ¿por qué escoger el acoso como forma de interacción social? Algunos motivos por los que los adolescentes acosan, según stopbullying.com, el sitio web oficial del gobierno de EEUU contra el acoso, son:
- Para atraer o mantener el poder social o para elevar su estatus en su grupo de compañeros.
- Para mostrar su lealtad y encajar en su grupo.
- Para excluir a otros de su grupo, para mostrar quiénes sí y quiénes no pertenecen al grupo.
- Para controlar el comportamiento de sus compañeros.
¿Es posible reconocer a un posible acosador?
Cualquiera, como decíamos, puede terminar siendo un acosador, pues vivimos en un modelo (educativo y social) en el que están normalizadas la competición continua y algunos modos de micro-abuso, como el racismo y el machismo; en este contexto, el acoso es únicamente un extremo de un comportamiento social preexistente.
Es complicado, por tanto, prever quién puede ser acosador. Tan complicado que es relativamente común la alternancia entre el papel de víctima y de acosador.
Sin embargo, sí hay una serie de factores de riesgo que, combinados, se repiten en muchos acosadores, y podrían ponernos en alerta sobre algunas dificultades que podrían derivar en acoso (o no). Las resume una revisión bibliográfica sobre acoso de la Universidad Complutense de Madrid, en la que se definen dos perfiles de acosadores:
- El acosador “indirecto”, popular dentro del grupo, que es capaz de manipular a los otros y hacer que cumplan sus órdenes, enmascarando su actitud intimidatoria.
- El acosador “directo”, que presenta un comportamiento más antisocial, acosa a los otros directamente y utiliza sus conductas directas contra los otros para adquirir estatus dentro del grupo y atraer personas a su alrededor.
En ocasiones, este segundo tipo de acosador es reactivo, esto es, acosa porque se siente atacado, y prefiere “lanzar” ese ataque contra una tercera persona.
En el estudio citado se resumen los siguientes factores de riesgo para ejercer acoso escolar:
– alta impulsividad,
– baja tolerancia a la frustración,
– escasa capacidad autocrítica,
– baja interiorización de normas.
Entre los factores de riesgo asociados con el entorno (familia, centro escolar, contexto social…), los más comunes son los siguientes:
- Estilo educativo autoritario o negligente;
- disciplina física o entorno familiar violento;
- niveles bajos de supervisión;
- apego evitativo;
- poca motivación para la escuela;
- relación pobre o conflictiva con el profesorado.
¿Qué hacer si mi hijo acosa?
Como decíamos, aunque haya fallado la prevención, aunque tu adolescente acose o haya acosado a algún compañero, es posible una intervención. Eso sí, debe comenzar lo antes posible y, probablemente, deberá prolongarse en el tiempo.
Algunos pasos que puedes seguir:
1. Mantén con tu adolescente una conversación seria y honesta.
Deberás ir a ella con calma pero con las ideas claras, siendo capaz de escucharle pero también de decirle, con todas las letras, que el acoso, el abuso, el maltrato… Son actitudes que no vas a tolerar.
2. Ayúdale a asumir su responsabilidad.
La mayoría de los acosadores tienden a excusarse o a victimizarse, y no son capaces de aceptar su propia responsabilidad en lo sucedido. No permitas que te “enrede” en esto: independientemente de qué le haya llevado a esa actitud, debe ser consciente de lo que ha hecho y de los efectos de su comportamiento en la otra persona. Tampoco le disculpes tú ante terceros.
3. Déjale que se explique.
Si estás enfadada, es más que probable que tiendas a no dejarle hablar, a sermonearle… Trata de contenerte y escúchale. No, como decíamos, para justificarle, sino para comprender de dónde viene la actitud de acoso: como casi siempre, las consecuencias, los castigos y demás no servirán de nada si no eres capaz de llegar a la raíz del problema.
4. Exígele una reparación, siempre que sea posible
El acoso se manifiesta de muchas maneras, y aunque el daño psicológico ya esté hecho, en ocasiones pueden hacerse reparaciones. En el caso de daños a objetos, la reparación es clara; en otros, será necesaria una intervención pública de tu adolescente reconociendo ante otros que ha actuado de mala fe. Puede contemplarse, también, un escrito de disculpa, pero debe ser sincero y conllevar un cambio de actitud.
5. Ponte a disposición del centro escolar.
En muchos centros escolares hay protocolos de actuación o comisiones que se ocupan de gestionar los casos de acoso. Aunque te duela, es importante que colabores con ellos todo lo posible (manifestando tu desacuerdo, si lo hay, de forma privada), pues es importante mandar a tu adolescente un mensaje claro: ni en el instituto ni en casa se admiten actitudes abusivas.
6. Trata de comprender las razones de su actitud.
El primer mensaje, como decíamos, es asumir responsabilidades y poner sobre la mesa la actitud de tolerancia cero ante el acoso.
Pero después, habrá que tratar de comprender de dónde viene la actitud de tu adolescente, si siente un rechazo social, si ha habido presión de otras personas, si es incapaz de gestionar su ira… Este trabajo va a llevar más tiempo y probablemente va a ser igual de doloroso que el otro, o más, pero es muy importante para evitar que su conducta se repita.
Recuerda que el acosador, muchas veces, es una persona muy vulnerable en lo personal o en lo social.
7. Intenta descubrir cómo le puedes ayudar.
Evitando la culpa en lo posible, quizá un cambio de modelo educativo en la familia puede venir bien para ayudar a tu adolescente a controlar sus emociones: está demostrado que un estilo parental democrático protege contra el acoso (tanto de sufrirlo como de ejercerlo).
Hazte consciente de tu modelo educativo y de tus propias heridas planteándote las siguientes preguntas: ¿cómo manifestáis los adultos el enfado, la decepción ante vuestro hijo? ¿Cuánto le ayudáis a expresar desacuerdo, dudas frente a lo que decís? Quizá estés replicando, sin ser consciente, un modelo educativo autoritario, y haya llegado el momento de construir otro más democrático.
8. Busca un especialista.
Hay problemas que se pueden solucionar en la intimidad del hogar, pero otros necesitan la intervención de un especialista. El acoso es uno de estos últimos. Trátalo como lo que es: un caso grave de mal comportamiento en el que tu adolescente te está mostrando, también, un malestar.
Quizá pienses que un psicólogo va a juzgar la manera en que has educado a tu adolescente, pero no va a ser así: al contrario, va a tener la distancia y el conocimiento suficientes para darte alternativas educativas adaptadas a vosotros y a vuestra familia.
Cuéntanos, ¿has tenido este problema en alguna ocasión? ¿A quién has acudido y qué consejo dejarías para las familias de Adolescencia positiva? ¡Estamos deseando leerte!
2 comentarios. Dejar nuevo
He leído todo el artículo es sumamente importante, mi hija a sufrido de bullying hemos abordado el tema varias veces para tratar de entender algunas citaciones y con lo que he leído hoy me quedan muy claras las dudas que tenia y me confirma algunas otras ideas que ya tenia me parece muy importante hablar con nuestros hijos del tema tanto para prevenir el acoso y que nuestros hijos en algún momento lleguen a cometer el mismo error, esto me da herramientas para ayudar a mi hija, gracias ❤️
Gracias equipo de Adolescencia positiva por poner en vuestro artículo el foco en “quién lo realiza”. Es esperanzador y a la vez una carrera de fondo y resiliencia, especialmente, cuando hay que intervenir con el o la adolescente que tiene detrás un entorno fuera de lo escolar que ya funciona dentro de los parámetros de abuso-poder, cuestionar, prejuiciar, etc. En ese contexto la intervención es doble: con el chico o chica y sus referentes adultos. No es nada fácil, cuando ese mismo entorno se repliega entorno a su hijo/a y curstiona al centro, al equipo docente o a un/a docente en particular. Mal nos pese, eso existe y traba o relantiza nuestra labor. Hablo des de la experiencia como docente de secundaria, orientadora educativa y madre.