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¿Mando a mi hijo adolescente a estudiar al extranjero?
Pasar una temporada larga (un trimestre o un curso) estudiando en el extranjero es el sueño de muchos adolescentes y sus familias… Y la pesadilla de muchos otros. Manejarse bien en, al menos, un idioma extranjero es ya una necesidad en el mundo profesional, y está claro que, por muchos cursos, profesores, etc. que se puedan tener, no hay nada que iguale la experiencia lingüística de aprender un idioma en el país donde se habla.
Pero mandar a un adolescente a estudiar al extranjero no es tan fácil. En lo económico, es una inversión lo suficientemente importante como para pensársela mucho, y algunas familias dudan: ¿estará mi adolescente preparado? ¿Aprovechará la inversión? ¿Será capaz de resistir tanto tiempo lejos de casa? ¿Seré capaz de resistir yo? ¿Merecerá la pena? Preguntas que no ocultan los miedos, las dudas, las incertidumbres y las proyecciones asociadas a esta experiencia.
Y es que son muchas variables, muchos asuntos en los que pensar, y no hay nunca garantías de que todo salga bien. Ni siquiera está muy claro qué significa salir bien, en este caso, porque irse al extranjero en la adolescencia es tener una primera experiencia de separación de la familia, que requiere de una cierta madurez y que, si está bien enmarcada, aporta muchos beneficios en lo social y en lo personal.
Por eso hoy queremos acompañarte en la reflexión sobre lo que significa estudiar en el extranjero, para ayudarte a tomar la mejor decisión, la que más encaja en las circunstancias de tu familia y de tu adolescente.

Los beneficios para tu adolescente de estudiar en el extranjero
Empezaremos por lo más obvio: estudiar un curso o un trimestre en el extranjero, en la adolescencia, es mucho más que aprender un idioma.
Y es que la adolescencia es, posiblemente, por el momento de desarrollo cerebral que le es propio, la mejor época para hacerlo. En la adolescencia, el cerebro está preparado para ser flexible, acoger lo de fuera y configurar hábitos para la edad adulta. Si esta predisposición se acompaña de una experiencia de diversidad real, los beneficios son claros, en diversos ámbitos de desarrollo. Estudiar en el extranjero puede traer:
1. Madurez
Tu adolescente va a madurar antes o después, está claro. Pero si se va al extranjero durante una temporada larga, aprenderá a ocuparse de sí mismo, a responsabilizarse de sus cosas, a tomar decisiones a solas… Y esto le ayudará a sentirse más capaz, a confiar más en sí mismo. Sentirse responsable y capaz mejorará, también, su autoestima.
2. Flexibilidad
Por cercano que esté el país donde va tu adolescente, habrá muchas diferencias: los horarios, el sistema escolar, las comidas, las relaciones sociales… Estas diferencias van a sacar a tu hijo o hija de la rutina familiar y le van a ayudar a liberarse de prejuicios y a ser capaz de adaptarse a las situaciones nuevas de la vida.
3. Inteligencia emocional
En el extranjero, tu adolescente se verá confrontado a diario a una pequeña dosis de frustración (el cambio de costumbres, el no poder comunicarse…) y, además, se equivocará muchas veces: aprenderá a reconocer sus propios errores y a reaccionar con calma ante la frustración.
Estas dos habilidades, combinadas, contribuirán a mejorar su empatía, pues el conocer las propias emociones es un primer paso para reconocer las de los otros.
4. Idioma
Es más que probable (y no es negativo) que tu adolescente termine conociendo a otros chicos y chicas hispanohablantes, pero si se enfrenta a una situación de inmersión casi completa, en la que la comunicación diaria se hace en el idioma del país, es seguro que mejorará su capacidad de comprender y hablar esa lengua.
¿Cómo sé si mi adolescente está preparado para ir al extranjero?
Se considera, en general, que la entrada en Secundaria es un buen momento para una primera estancia larga (de un trimestre o más) en el extranjero, aunque es difícil hablar en términos de edad: preferimos referirnos al momento madurativo porque el desarrollo cerebral y de habilidades sociales presenta una variabilidad individual muy amplia.
En términos de madurez, habría que tener en cuenta lo siguiente:
Que desee hacerlo
Estudiar en el extranjero es una experiencia lo suficientemente difícil y transformadora como para tener muy en cuenta los deseos de tu hijo.
Nuestro consejo es evitar, siempre, que estudiar en el extranjero sea una experiencia impuesta, y que, aunque desate algunas inquietudes y pequeños miedos, prime en tu adolescente el deseo y las ganas de ir fuera.
Cómo han ido otras separaciones
Algunos adolescentes jóvenes viven muy mal las primeras experiencias de separación.
Por eso conviene, antes de mandarlo mucho tiempo a un país diferente, que haya tenido otras experiencias y que estas hayan ido bien.
El tiempo de estancia y la lejanía del destino
No es lo mismo irse unas pocas semanas que todo un curso, y no es igual estar al otro lado del océano que en el país vecino, donde podremos ir a visitarlo o podrá venir fácilmente en vacaciones: cuanto más cerca y menos tiempo, más sencilla será la experiencia.
Su curso escolar y sus planes de futuro
Depende mucho de cada uno, pero es más sencillo mandar a un adolescente fuera en cursos que no cierren ciclos escolares, pues así tendrá el curso siguiente para ajustar los aprendizajes pendientes.
Si se marcha en Bachillerato y necesita nota para acceder a los estudios que quiera cursar, es más fácil no hacerlo en el último año, pues podrían comprometerse sus resultados.
Su grado de autonomía
Sí, la experiencia en el extranjero le ayudará a ser más independiente, pero necesita un determinado grado de autonomía para tener una cierta seguridad de que le va a ir bien.
Muchas empresas que organizan estancias en el extranjero tienen entrevistas y otros mecanismos para evaluar si los adolescentes están maduros para irse o no.
¿Lo pasaremos mal? Qué esperar cuando mandas a tu adolescente a estudiar al extranjero
Un curso en el extranjero requiere de mucha reflexión acerca de la logística, pero no vamos a hablar de eso hoy.
Porque nos interesa más aquello de lo que menos se habla, y es que mandar a tu hijo al extranjero es mucho más que hacer una maleta: se van a movilizar, en la familia, muchas emociones y miedos, y es necesario estar preparados para ello.
Es casi seguro que lo va a pasar mal, sobre todo al principio, y tú también. Lo importante es que ese malestar pueda ir siendo compensado y que no os limite. A veces la línea es difícil de marcar, pero hay algunas cosas que, muy probablemente, vais a vivir:
1. Va a haber un duelo
Tu hijo va a despedirse de sus amigos, de su familia, de sus aficiones y de su habitación. Y cuando vuelva habrá vivido muchas cosas, pero se habrá perdido otras, y tendrá que buscar un nuevo lugar en su familia y amistades.
No es sencillo: probablemente, se sentirá solo y triste al principio, y debe estar preparado para ello.
Procura que tu adolescente se marche con mucha información sobre el día a día del país de acogida para saber a qué se va a enfrentar, pero también teniendo claro que el principio puede ser difícil, y que tú estarás ahí para apoyarle.
También es más que probable que haya un duelo por tu parte. No pasa nada porque sepa que lo pasas mal, pero trata de no decírselo demasiado: si ve que sufres mucho, puede terminar sintiéndose culpable.
Lo habitual es que este duelo se limite a los primeros días o semanas, y que después las emociones sean más serenas.
2. Puede que te llame mucho, pero puede que no te llame nada
Y cuidado, porque ni que te llame mucho significa que lo está pasando muy mal ni que no te llame nada quiere decir que no te necesita.
Como persona adulta, debes buscar el equilibrio. Sigue su ritmo, pero, si ves una cierta dependencia, trata de ayudarle a que te llame menos y, si ves que nunca te llama, establece un mínimo de contacto, llamándole tú. Te contacte o no, tu adolescente necesita saber que te preocupas.
3. A lo mejor quiere volver
Desear regresar puede ser parte de la experiencia.
Si tu adolescente te llama pidiéndote volver, valora el momento y el contexto: si sucede durante las primeras semanas, explícale que sus sentimientos son parte del proceso; pero si lo dice con insistencia más adelante, cuando ya lleva un tiempo, quizá te puedas plantear que sea lo mejor.
No hay, en este caso, una única respuesta: lo mejor que puedes hacer es ser flexible y no pensar que debe quedarse en el país “porque sí”. En muchas ocasiones, ser capaz de dar marcha atrás es el mejor aprendizaje.
La decisión de mandar a un hijo a estudiar al extranjero no es fácil, pero es una experiencia de las que dejan huella. ¿Merece la pena? En raras ocasiones la respuesta es no. Aunque, para que vaya todo lo mejor posible, es importante prepararse bien y valorar con cuidado el cuándo, el cómo y el dónde.
Cuéntanos, ¿tu adolescente se ha ido al extranjero? ¿Te fuiste tú, en tu adolescencia? ¿Cómo resultó la experiencia?
2 comentarios. Dejar nuevo
Mis dos hijos se fueron a América, y fue una exprencia maravillosa, muy recomendable e enriquecedora
Mi hija viaja a un summer camp en julio de este año. A la expectativa de la experiencia!!! Gracias Diana por compartir tu conocimiento con nosotras las mamás de adolescentes.