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Por qué mi hijo adolescente me lleva la contraria
Harta de las peleas con su adolescente, Lidia se dedicó un día a contar cuántas veces le repetía las mismas cosas. Resultado: cinco avisos para que pusiera la mesa, cuatro advertencias sobre el tazón del desayuno en la encimera de la cocina… Con el móvil y las zapatillas del salón, dejó de contar a la décima.
Lo peor no era que su hijo no le hiciera caso. Lo peor era que Pedro, de niño, había sido un ejemplo de obediencia y colaboración. Acostumbrada a eso, Lidia no sabía cómo afrontar la adolescencia de su hijo.
Ese día puso a Pedro frente a los datos. Pedro se encogió de hombros, como si la cosa no fuera con él: “Eres una pesada”, le respondió.
Lidia se enfadó, pero luego se quedó pensando. Y le propuso a Pedro un pacto: más compromiso por parte de él a cambio de menos insistencia por parte de ella.
No, no fueron felices y comieron perdices. Bueno, sí, pero no enseguida. Porque lo más importante aquí es que Lidia aprendió mucho sobre su hijo y que su convivencia mejoró.
¿Cómo? Sigue leyendo para saberlo
La importancia de comprender a los adolescentes
Comprender el porqué de un problema es parte de su solución. Y, en muchas ocasiones, los problemas educativos se dan por falta de comprensión del momento evolutivo en que está el niño o adolescente.
Muchas veces llamamos “mal comportamiento” a un comportamiento que es, sencillamente, adecuado al momento evolutivo. Como el ejemplo que nos ocupa: ese comportamiento que nos parece desajustado (y que es muy molesto para la dinámica familiar) es normal para un cerebro adolescente, que por su desarrollo no sabe autorregularse y es “adicto” a la recompensa inmediata.
Tener esto en cuenta es fundamental para salir del modelo de oposición, pero también del de la culpa. Ni tu hijo adolescente quiere fastidiarte ni tú lo estás haciendo fatal. Al revés: tu adolescente es una persona en desarrollo y tú, la persona más adecuada para guiarle en este proceso.
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Razones por las que tu hijo adolescente te lleva la contraria.
Antes de seguir, nos detendremos un poco más en las razones profundas por las que tu hijo adolescente no te hace caso:
Tiene otras prioridades
Seguramente a tu adolescente no le molesten las zapatillas tiradas en el salón. Tampoco ve la importancia de hacerse la cama, si la va a deshacer esta misma noche. Y no es que no quiera complacerte, es que de manera natural tiende a dedicarse primero a lo que considera más importante.
Le has enseñado que las instrucciones solamente son importantes cuando te enfadas
Sucede como con la alarma del despertador: si has acostumbrado a tu cerebro a levantarse a la tercera, ni siquiera oyes las dos anteriores. Pues bien, si cuando tu adolescente no hace lo que le dices, se lo repites y te acabas enfadando, le enseñas que solamente cuando te enfadas va en serio, y por lo tanto no presta atención las primeras veces que le pides algo.
Le cuesta pasar de una cosa a otra
A todos nos cuesta parar la actividad en la que estamos metidos y pasar a otra cosa (más aún si es algo que no nos interesa). De la misma manera que tú, a veces, ves un capítulo más de tu serie aunque sabes que deberías hacer la cena, tu adolescente trata de alejarse del momento en que tendrá que ponerse con sus obligaciones.
Su corteza prefrontal está aún inmadura
No nos cansaremos de repetirlo: muchas de las dificultades que encontramos al educar adolescentes se deben al momento de desarrollo de su corteza cerebral. Los adolescentes todavía no tienen el control de impulsos para priorizar lo que deben hacer sobre lo que les aporta satisfacción inmediata, por eso parece que no ven el momento de hacer lo que les pedimos.
Siente que no le escuchas
Cuando le pides a tu adolescente que recoja la mesa, o que vaya al súper, estás pensando en las necesidades familiares. Si te contesta con el clásico “ya voy”, pero no va, y te enfadas, siente que esas necesidades están por encima de las suyas y, por tanto, que no las estás escuchando.
Estáis desconectados
Quizá vuestra relación se basa en guerras de poder y enfrentamientos continuos, si tu adolescente siente que no haces más que enfadarte y que no estás de su lado, es lógico que no trate de complacerte. Sin conexión, no suele haber colaboración.
Siente que le controlas demasiado
Todas las personas, pero los adolescentes más, tienden a resistirse al control. Si tu adolescente siente que le estás tratando como a un niño, diciéndole siempre lo que debe hacer y sin tener en cuenta que ya ha crecido, es fácil que se rebele y haga exactamente lo contrario de lo que le estás pidiendo.
¿Cómo conseguir que mi adolescente haga lo que le pido?
No, no necesitamos que nuestros adolescentes sean obedientes, que hagan exclusivamente lo que les pedimos y terminen careciendo de iniciativa. Pero eso tampoco significa que no haya razones poderosas para exigirles algunos mínimos de convivencia y compromiso. Porque una cosa es entender que hay razones evolutivas para ello y otra muy diferente que debamos aceptar, sin más, las zapatillas tiradas en el salón, o la ropa sucia en el suelo del baño. Hay algunas maneras de conseguir que (casi siempre) colaboren evitando las guerras de poder:
1. Primero, conecta con tu adolescente.
Imagina que estás preparando la cena y te falta un ingrediente importante. Tienes prisa, así que necesitas que tu hija interrumpa lo que está haciendo para bajar un momento a la tienda. Pero probablemente no tengas tanta como para no preguntarle por lo que hace, interesarte por ello (sean los deberes de matemáticas o un tiktok) y pedirle por favor que te haga el recado. Vas a tener más probabilidades de éxito que si le das un grito desde la cocina.
2. No te repitas: mejor da plazos
A veces el problema no está en qué se pide o cuándo, sino en la inmediatez. En esos casos, suele funcionar bien un sistema de plazos: pedir algo para “antes de la hora de comer” o “antes de irte a la cama”. De este modo, tu adolescente puede organizarse a su manera, y no siente que ninguneas sus necesidades.
3. No lo hagas en su lugar: apuesta por las consecuencias
A veces, solo hay que esperar a las consecuencias naturales: la ropa que no está en el cesto no se lava. Pero para los “descuidos” que afectan a más personas (por ejemplo, no haber comprado leche para el desayuno), en ocasiones hay que establecer consecuencias lógicas (en este caso, quizá sería podría encargarse de los recados durante un tiempo para ser consciente de su importancia).
4. Escúchale siempre
Escuchar no significa estar de acuerdo. Si necesitas que interrumpa lo que está haciendo, escucha su queja y su enfado. Tampoco hace falta que le des muchas explicaciones en este caso. Dile sencillamente que entiendes que se enfade.
5. Da opciones cuando sea posible
Escuchar también significa aceptar que, a veces, su opción (hacer ese recado más tarde, dejar la ropa menos organizada entre semana) también puede ser válida. Mostrando flexibilidad, le enseñas a tu adolescente que te importa, y es fácil que se sienta más inclinado a colaborar.
6. Predica con el ejemplo
Como personas adultas, tenemos obligaciones y derechos diferentes a los de nuestros hijos, pero los adolescentes son especialmente sensibles a la injusticia y, si tu hijo ve que tú no haces lo que le exiges, vas a perder credibilidad a sus ojos y tenderá a escucharte menos.
7. Elige tus batallas
Todo no puede ser importante a la vez: la compra, el orden, la higiene… Trata de no obsesionarte con lo pequeño y de establecer un marco claro de prioridades. A veces les pedimos tantas cosas que no saben por dónde empezar, pero si se siente capaz de hacer aquello que le pides, es mucho más sencillo que quiera cooperar.
8. No le etiquetes
Un adolescente que no va a la compra no es un adolescente vago, es un adolescente que no va a la compra. Así que, en lugar de tratarle de perezoso o de egoísta, quizá puedas explicarle que ese comportamiento te molesta y tratar de encontrar, juntos, la manera de superarlo.
9. Recuérdale que tu amor es incondicional
Recuerda: los adolescentes necesitan el apoyo de los padres, aunque quieran dar a entender que no. Por eso es importante que, aunque te esté molestando su actitud, seas capaz de recordarle que un enfado es una emoción puntual y que no compromete en absoluto tu amor por él.
10. Prepárate para que no funcione
Cambiar de paradigma es difícil. Si la dinámica en este momento es el recordatorio continuo, el enfado y las malas caras, vais a tardar en cambiarla. Pero persistiendo, pidiéndoos perdón y siendo pacientes y generosos lo acabaréis consiguiendo. Recuerda que el objetivo de la educación es siempre a largo plazo.
Parece mucho trabajo y quizá al principio te resulte antinatural. Pero no tengas duda de que, si trabajas en pedirle colaboración a tu adolescente de una manera más respetuosa y comprensiva, acabaréis cambiando la dinámica.