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4 Mitos muy extendidos de la adolescencia que no tienen fundamento científico
Si a cualquier padre o madre le preguntas qué es lo que más miedo le da, con respecto a la educación, desde el momento en que nació su bebé, lo más probable no es que te responda que los primeros días, ni la época de la autoafirmación, en torno a los dos años, ni la primera escolarización. Lo más probable es que te responda: la adolescencia. Y es que los años adolescentes son el patito feo de la educación, los más duramente juzgados. Pero lo peor no es eso; lo peor es que esta visión negativa de la adolescencia se enraíza en una serie de mitos que carecen de fundamento científico.
Estos mitos sobre la adolescencia que no tienen ningún fundamento científico están tan anclados en nuestra sociedad que incluso familias que conocen bien el desarrollo cerebral y físico durante la infancia, y que practican la educación democrática, tienden a educar de forma más autoritaria a sus adolescentes. Un tipo de educación que acaba lastrando la relación que mantienen entre sí (y que determinará, en parte, la que tendrán en el futuro).
Pero además, y quizá esto sea lo peor de todo, los mitos determinan la forma en que los chicos y chicas adolescentes se comportan. Porque la sociedad, al repetir estas creencias delante de sus adolescentes, les está poniendo delante un patrón al que terminarán amoldándose; es lo que en psicología se conoce como efecto Pigmalión.
Los 4 mitos más extendidos sobre la adolescencia
Los mitos que circulan sobre la adolescencia son muchos más de cuatro, pero los he agrupado así porque, en el fondo, creo que todos pertenecen a estas cuatro categorías:
1. Los adolescentes son sacos de hormonas sin control
Según este extendidísimo mito, las hormonas llevan a los y las adolescentes a convertirse en seres inaguantables, impulsivos, rebeldes e inestables, características que les arrastran a probar sustancias, a las conductas de riesgo y hasta al vandalismo.
No cabe duda de que, en el paso de la infancia a la adolescencia, la conducta cambia, y mucho. Incluso niños y niñas que durante su infancia se caracterizaban por la obediencia y la calma pueden convertirse en adolescentes impulsivos y rebeldes. Y también es cierto que el nivel hormonal es más elevado en esa época.
Pero el cambio de actitud adolescente no se debe a las hormonas, ni mucho menos:
se debe a los cambios que se están produciendo en su cerebro.
Como explica muy bien Daniel Siegel en una entrevista que te recomiendo que veas, lo que caracteriza a la etapa adolescente es la necesidad de salir del hogar, de crear un nuevo nido. Y para ello, es necesario mucho valor: ¿quién se iría de un lugar donde le conocen, le respetan y le aman, a un mundo en el que ignora lo que le va a suceder? Pues bien, el cerebro adolescente está preparado para dar este salto, y por ello va a asumir, de manera natural, muchos más riesgos que un cerebro infantil o adulto.
Esta solo una de las razones por las que en la adolescencia se corren más riesgos que en otras etapas de la vida; la otra es también cerebral: en la adolescencia, la corteza prefrontal, que controla el pensamiento racional, aún no ha madurado, de manera que es mucho más difícil tomar decisiones meditadas.
La unión de la asunción de riesgos con el escaso control de impulsos puede dar como resultado, y lo da en ocasiones, conductas peligrosas, como el consumo de sustancias, pero no está de más recordar que la mayoría de las adolescencias son tranquilas, sin grandes conflictos ni en casa ni fuera de ella.
2. Los jóvenes son vagos, egoístas e irresponsables
Muchas familias definirían a sus adolescentes como zombies que amanecen pasado el mediodía y no hacen otra cosa que mirar el móvil y divertirse con sus amistades. Que suspenden aunque en Primaria sacaran buenas notas, y que muestran un desinterés total por todo.
Parece el retrato robot del adolescente del siglo XXI, y no es que no haya algo cierto, pero hay mucho que matizar.
En primer lugar, sí, en la adolescencia se madruga poco. Esto es debido a que, con los cambios puberales, la melatonina (la hormona que induce al sueño) se libera más tardíamente que en la edad adulta, de manera que los adolescentes tienden a acostarse y levantarse más tarde. Una persona adolescente necesita dormir, de media, unas 10 horas diarias, por lo que, si se acuesta a las 00, se despertará naturalmente hacia las 10. Como esto, en nuestra sociedad, no es posible, lo que sucede es que los adolescentes suelen tener déficit de sueño.
La idea de que son vagos es un mito.
Muchas personas menores de 25 años (el momento en que puede darse por cerrado el desarrollo cerebral) han llevado a cabo grandes obras (pienso ahora mismo, en la activista Malala Yousafzai, Nobel de la paz con 17 años) y, para ello, han trabajado con mucho tesón en sus proyectos.
Sí hay a menudo, en la adolescencia, un desinterés hacia los estudios, pero muy probablemente se deba solo a que la Secundaria, tal y como está estructurada, no supone una fuente de motivación ni de estímulo. Sin embargo, muchos de esos chicos y chicas adolescentes desmotivados hacia los estudios son capaces de esforzarse y sacrificarse por otras aficiones como el deporte o la música (y si quieres saber más sobre adolescentes responsables, puedes leer este artículo del blog). El problema reside, pues, en ayudar a los adolescentes a saber cuáles son sus pasiones. Ayudarles para que sean capaces de trabajar en ellas y contribuyan a la sociedad desde su parcela de influencia.
3. Los jóvenes no necesitan a sus padres.
Es un reproche frecuente hacia la adolescencia: padres y madres que compartían aficiones con sus hijos, que disfrutaban de su compañía, de pronto se encuentran con que son desplazados por los amigos, rechazados.
El volverse hacia las amistades, más que hacia la familia, es característico de esta etapa y se relaciona con la necesidad evolutiva de salir al exterior. Para salir del nido es necesario relacionarse con personas de su misma edad y visión del mundo; además, la vida social es un mundo nuevo frente al universo conocido de la familia, y ya sabemos de la necesidad adolescente de novedad.
La vida social…
…(y muy especialmente, la que se desarrolla en las redes sociales), el placer que produce tener el reconocimiento de sus pares, activa los circuitos cerebrales de recompensa mediante la generación de oxitocina, lo que causa un estado de satisfacción inmediata (de ahí que sientan esa “necesidad” de mirar el móvil continuamente). El cerebro adolescente, precisamente por la falta de madurez del córtex prefrontal, es muy sensible a la dopamina. Por ello tenderá a buscar esta sensación (y, por tanto, la comunicación con sus pares) tan frecuentemente como pueda.
Pero afirmar esto no significa que los adolescentes no necesiten a sus padres. La relación debe evolucionar, adaptarse a la nueva situación, pero los padres debemos estar ahí para dar apoyo, ejemplo y sostén. Haciéndoles saber a nuestros adolescentes que apoyamos sus decisiones, que respaldamos su independencia y, también, que acogemos sus errores. No solo por obligación: está demostrado que, cuanto mejor sea la relación del adolescente con sus padres, cuanto más sostenido se siente (y me gustaría recordarte que los límites, y los noes, también sostienen), mejor es, en general, su adaptación social y su desarrollo psíquico (si quieres saber cómo mejorar la comunicación con tu adolescente, te recomiendo este artículo del blog).
4. La adolescencia es solo una fase.
Este es un mito más extendido de lo que parece entre los padres y madres de adolescentes, a quienes les gustaría ser como avestruces: esconder la cabeza bajo tierra hasta que el fatídico momento de la adolescencia pase, y después continuar con su vida como si nada.
Pero lo cierto es que, aunque la adolescencia pasa, es una etapa fundamental del desarrollo, en la que se reconfiguran los circuitos cerebrales para especializarse y se asientan hábitos como el esfuerzo, la disciplina, la creatividad. El rol de los padres es estar ahí para apoyar a sus hijos, para ir transmitiéndoles responsabilidades de modo que, al terminar la adolescencia, sus hijos hayan desarrollado la autonomía necesaria y deseable para inscribirse con éxito en el mundo adulto.
Si quieres saber más sobre cómo ayudar a tu adolescente, te informo de que el 31 de enero y el 2, 4 y 7 de febrero vuelven los talleres gratuitos «Gestión de batallas con adolescentes». En los que te daré las herramientas necesarias para gestionar esta maravillosa etapa. Puedes apuntarte haciendo click aquí.
¡Te veo dentro!
P.D. Y que sepas que, cuanto más ajustadas están las expectativas de los pamadres a la realidad adolescente, cuanto más saben sobre la etapa y menos negativos son, más fácilmente transitan los adolescentes esta etapa.
Así que ponte las pilas y apúntate a los talleres.
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Bien